viernes, 20 de noviembre de 2015

Ayer aprendí a caer. Comprendí que caer no es nada tremendo. 
Aprendí que si me brindo plenamente puedo caer con confianza.
Que si caigo con confianza, el mismo impulso de la caída me ayuda a levantarme.
Que nada es tan tremendo. Que la sensación de caer resulta hasta vigorizante.
Que si hay gente mirándome no pasa nada, hasta puedo reir y capaz que, inclusive, alguien alague mi estilo al hacerlo.
Ayer aprendí que hoy puedo volver a subir, porque ya sé lo que es caer.

Es una comprensión intuitiva.
Una de esas metáforas que el maravilloso yoga brinda.
Un detalle que parece insignificante y sin embargo, abre la ventana a un profundo entendimiento.
Porque lo que se comprende desde el cuerpo, se devela en el corazón.





No hay comentarios:

Publicar un comentario