martes, 22 de mayo de 2012

Respiración Nasal. Para el Yoga. Para la vida.

Una de las primeras indicaciones que, seguramente, te habrá hecho tu profesor: "La respiración es siempre por nariz y nunca por la boca". Por qué? 

Si bien el hombre está dotado de la posibilidad de respirar tanto por la boca como por la vías nasales, es cierto que muchas de las enfermedades a las que está expuesto el hombre civilizado provienen indudablemente de la costumbre de respirar por la boca.

El único aparato protector o filtro de los órganos respiratorios son las fosas nasales. Cuando se respira por la boca, no hay nada que filtre el aire en el trayecto  de este hasta los pulmones, deteniendo el polvo o cualquier otra materia extra. 
Las fosas nasales son dos canales estrechos y tortuosos que contienen numerosos pelos destinados a servir de tamiz y detener las impurezas del aire, que luego expulsaran las exhalaciones. 

Además, las fosas nasales tienen otra función esencial para la respiración. Están tapizadas por una membrana mucosa cálida, que tiene por objeto calentar el aire inhalado, de modo que no pueda perjudicar a las vías respiratorias, ni a los pulmones.
La inflamación de los órganos respiratorios proviene, con frecuencia, de la inhalación del aire frío por la boca. Quien respira así durante la noche se despierta siempre con una sensación de sequedad en el paladar y garganta.

Cuando el aire penetra así en los pulmones, es tan distinto del aire exterior, como el agua destilada difiere del agua mineral.

Y la exhalación?
Las impurezas detenidas por la membranas mucosas de las fosas nasales se arrojan con la exhalación y en caso de que se hayan acumulado demasiado rápidamente o conseguido penetrar en regiones prohibidas, la naturaleza nos protege suscitando estornudos que expulsan violentamente las materias extrañas.
Es así que quien respira habitualmente por la nariz esté menos expuesto a sufrir las molestias causadas por la acumulación de mucosidades y otras sustancias en las fosas nasales.

Namaste!

martes, 1 de mayo de 2012

A propósito del trabajo.


Jiddu Krishnamurti


17 de junio de 1973
Krishnamurti: El otro día estuvimos hablando de la cordura y la mediocridad, acerca de lo que esas palabras significan. Nos preguntábamos si al vivir en este lugar como una comunidad, somos personas mediocres. Y también nos preguntábamos si estamos totalmente sanos, vale decir físicamente, mentalmente, emocionalmente. ¿Somos seres equilibrados y sanos? Todo eso está implícito en las palabras cordura, totalidad. ¿Nos estamos educando mutuamente para ser mediocres, ligeramente locos, ligeramente desequilibrados?
El mundo está completamente loco, enfermo, corrupto. Aquí, con nuestra educación, ¿estamos engendrando el mismo desequilibrio, la misma locura y corrupción? Esta es una cuestión muy seria. ¿Podemos descubrir la verdad de ello? No lo que pensamos que deberíamos ser en términos de cordura, sino descubrir realmente por nosotros mismos si nos estamos educando unos a otros para ser verdaderamente cuerdos y no mediocres.
Interlocutor: Muchos de nosotros tendremos un empleo al cual deberemos ir todos los días; muchos se casarán y tendrán hijos ‑ esas cosas van a suceder.
Krishnamurti: ¿Cuál es su lugar en este mundo como ser humano que se supone educado, que tiene que ganarse la vida, que puede o no casarse, tener la responsabilidad de los hijos, una casa y una hipoteca, y que puede estar atrapado en eso por el resto de su vida?
Interlocutor: Tal vez esperamos que alguien cuidará de nosotros.
Krishnamurti: Eso significa que debe tener la capacidad de hacer alguna cosa. Usted no puede decir simplemente: «Por favor, cuiden de mi» ‑nadie va a hacerlo. No se deprima por eso. Sólo mírelo, familiarícese con ello, conozca todas las tretas que la gente utiliza para engañarse los unos a los otros. Los políticos nunca unirán al mundo, por el contrario; puede que no haya una guerra real, pero hay una guerra económica que está en marcha. Si usted es un científico, es un esclavo del gobierno. Todos los gobiernos son más o menos corruptos, algunos más, otros menos, pero todos están corruptos. Por lo tanto, mire todo eso sin deprimirse, no diga: «¿Qué voy a nacer, cómo me enfrentaré a todo esto si no tengo la capacidad?» Usted tendrá la capacidad; cuando sepa cómo mirar tendrá una tremenda capacidad.
¿Cuál es, entonces, su lugar en todo eso? Si usted ve la totalidad, puede formularse esa pregunta, pero si meramente se dice: «¿Qué voy a hacer?», y no ve la totalidad, entonces se encuentra atrapado, entonces no hay respuesta para ello.
Interlocutor: No hay duda de que lo principal para nosotros es, antes que nada, discutir estas cosas abiertamente. Pero pienso que la gente teme un poco discutir con libertad. Tal vez podría verse amenazado aquello que realmente les interesa.
Krishnamurti: ¿Tiene usted miedo?
Interlocutor: Si digo que lo que deseo es un automóvil veloz, entonces quizás haya alguien que lo cuestione.
Krishnamurti: Debe ser cuestionado. Yo recibo cartas que me cuestionan todo el tiempo; he sido retado desde mi niñez.
Interlocutor: Señor, hay algo que siempre me preocupa cuando se discuten estas cosas. Se dice que vivimos en una sociedad industrial altamente mecanizada, y que si algunos de nosotros podemos optar por estar fuera de ella, es porque hay otras personas que sí van a la oficina y trabajan y se vuelven mecánicas.
Krishnamurti: Por supuesto.
Interlocutor: Nosotros no podríamos estar fuera de ello sin esas personas que cumplen con sus mecanizadas y desdichadas existencias.
Krishnamurti: No. La cuestión es cómo vivir en este mundo sin pertenecer a él. ¿Cómo vivir en medio de esta locura y, no obstante, estar cuerdo?
Interlocutor: ¿Dice usted que el hombre que va a la oficina y lleva una vida aparentemente mecánica, podría hacer todo eso y ser, no obstante, una clase diferente de ser humano? En otras palabras, no es necesariamente el sistema...
Krishnamurti: Este sistema, sea lo que fuere, torna mecánica la mente.
Interlocutor: ¿Pero tiene que tornarla mecánica?
Krishnamurti: Es lo que está sucediendo.
Interlocutor: Todos los jóvenes deben enfrentarse al hecho de que crecen, y ven que pueden estar obligados a tomar un empleo que les imponga esa mecanización. ¿Puede haber otra respuesta a ello?
Krishnamurti: Mi pregunta es: ¿Cómo vivir cuerdamente en este loco mundo? Aunque yo tenga que ir a la oficina y ganarme el sustento, debe haber un corazón diferente, una mente diferente. ¿Ocurre eso aquí, en este lugar? ¿Existen aquí esta mente y este corazón diferentes? ¿O sólo estamos dándole vueltas a la noria para ser arrojados dentro de este mundo monstruoso?
Interlocutor 1: Gracias a la automatización, no hay ninguna necesidad de tener un trabajo de ocho horas por seis días a la semana. Lo que está ocurriendo es que esta época nos proporciona ahora el tiempo extra para atender a nuestro otro lado.
Interlocutor 2: Pero decimos que queremos ocio y no sabemos cómo emplear el ocio.
Interlocutor 3: ¿No hay nada malo, seguramente, en ganarse la vida?
Krishnamurti: Nunca dije que fuera malo ganarse la vida; uno tiene que ganarse la vida. Yo me gano la vida hablando a la gente en muchos lugares. Lo he estado haciendo durante cincuenta años, y hago lo que me gusta. Hago lo que realmente pienso que es correcto, verdadero; ése es para mí el modo de vivir ‑no impuesto sobre mí por nadie- y ésa es mi manera de ganarme la vida.
Interlocutor: Yo justamente quería decir que usted puede hacer eso porque hay gente que se ocupa de que los aviones vuelen.
Krishnamurti: Por supuesto, eso lo sé; sin ellos yo no podría viajar. Pero si no hubiera aviones yo permanecería en un sitio, en el pueblo donde he nacido y, a pesar de eso, haría la misma cosa ahí.
Interlocutor: Sí, pero en esta sociedad altamente mecanizada donde la utilidad es lo que impulsa, éste es el modo en que las cosas están organizadas.
Krishnamurti: No, otra gente hace el trabajo sucio y yo hago el trabajo limpio.
Interlocutor: ¿Así es que uno procura hacer el trabajo limpio?
Krishnamurti: De eso se trata.
Interlocutor: Pero aparte de ganarnos la vida, tenemos que empezar a darnos cuenta de que para vivir cuerdamente y aun así, ganarnos la subsistencia en este mundo, tiene que haber una revolución interior.
Krishnamurti: Estoy planteando la misma cuestión de una manera diferente. ¿Cómo he de vivir con salud mental en este mundo de locos? Eso no significa que no voy a ganarme la vida, que no voy a casarme, que no voy a asumir responsabilidades. Para vivir cuerdamente en este mundo de locos, debo negar ese mundo, y dentro de mí debe producirse una revolución tal que me vuelva cuerdo y funcione cuerdamente. Eso es todo cuanto quiero decir.
Interlocutor: Debido a que he sido criado de una manera insensata tengo que cuestionarlo todo.
Krishnamurti: Eso es la educación. A usted lo han enviado aquí, o vino aquí contaminado por la locura del mundo. No se engañe a sí mismo, usted ha sido condicionado por este mundo insensato creado por las generaciones pasadas ‑ incluyendo a sus padres - y viene aquí y tiene que descondicionarse usted mismo, tiene que experimentar un cambio tremendo. ¿Ocurre ese cambio? O decimos meramente: «Bueno, hacemos un poco de trabajo útil aquí y allá, día tras día», y para la época en que dejen este lugar, dentro de dos años o cuatro, se despedirán habiendo hecho una pequeña labor de remiendos?
Interlocutor: Parece haber un conflicto entre lo que queremos, lo que deseamos hacer, y lo que es necesario.
Krishnamurti: ¿Qué es lo que usted desea hacer? Yo quiero ser ingeniero porque veo que eso produce mucho dinero, o esto o lo de más allá. ¿Puedo confiar en ese deseo? ¿Puedo confiar en mis instintos, que han sido deformados? ¿Puedo fiarme de mis pensamientos? ¿En qué he de confiar? Por lo tanto, la educación está para producir una inteligencia que no es mero instinto o deseo o alguna urgencia mezquina, sino una inteligencia que habrá de funcionar en este mundo.
¿Está nuestra educación en Brockwood ayudándolos a ser inteligentes? Con esa palabra quiero significar: ser sensible, no a los propios deseos, no a los propios requerimientos, sino ser sensible al mundo, a lo que está sucediendo en el mundo. Por cierto, la educación no consiste en proveerlos meramente de conocimientos, sino en darles también la capacidad de mirar objetivamente el mundo, de ver lo que está ocurriendo ‑las guerras, la destrucción, la violencia, la brutalidad. El objeto de la educación es descubrir cómo vivir de modo diferente, no sólo aprobar exámenes, graduarse, llegar a ser competente en ciertas direcciones. Su función es ayudarles a encarar el mundo de un modo completamente distinto, inteligente, un modo en el cual sepan que deben ganarse la vida, en el que conozcan todas las responsabilidades, las desdichas que todo eso trae consigo. Mi pregunta es: ¿aquí se está haciendo eso? ¿Está el educador educándose al igual que el estudiante?
Interlocutor: Su pregunta es también mi pregunta. Yo pregunto si esta educación tiene lugar aquí.
Krishnamurti: ¿Usted pregunta si una educación de tal naturaleza tiene lugar aquí en Brockwood como para ayudarle a tornarse tan inteligente, tan perceptivo y alerta que pueda enfrentarse a esta locura? De no ser así, ¿de quién es la culpa?
Interlocutor: ¿Cuál es la base que hace posible esta educación?
Krishnamurti: Mire, ¿por qué recibe usted una educación?
Interlocutor: Realmente no lo sé.
Krishnamurti: Por lo tanto, tiene que investigar el sentido de la educación, ¿no es así? ¿Qué es la educación? ¿Consiste ésta en proporcionales información, conocimientos con respecto a diversos temas, etcétera, un buen entrenamiento académico? Debe ser eso, ¿verdad? Millones de personas son lanzadas al exterior por las universidades y los colegios.
Interlocutor: Ellos le dan a uno las herramientas para poder vivir.
Krishnamurti: ¿Pero qué manos van a usar esas herramientas? Son las mismas manos que han producido este mundo, con sus guerras y todo lo demás.
Interlocutor: Quiere decir que las herramientas están ahí pero que si no hay una revolución interna psicológica, uno podrá seguir empleando esas herramientas del mismo viejo modo y mantendrá así la continuidad de la podredumbre.
Krishnamurti: Si esta revolución no ocurre aquí, entonces, ¿a qué se debe? Y si ocurre, ¿afecta de hecho a la mente, o es todavía una idea y no una realidad como la de tener que comer tres veces al día? Esa es una realidad, alguien tiene que cocinar, no se trata de una idea.
De manera que les pregunto: ¿tiene lugar aquí esta clase de educación de la que estamos hablando? Si es así, es preciso que descubramos el modo de animarla, de darle vida. Y si no es así, investiguemos por qué.
Interlocutor: Eso no parece que esté ocurriendo en toda la escuela.
Krishnamurti: ¿Por qué? Puede estar ocurriendo con unos pocos individuos aquí y allá -¿por qué no ocurre con todos nosotros?
Interlocutor: Yo siento que es como una Jerguilla que quiere germinar pero el suelo de arriba es demasiado duro.
Krishnamurti: ¿Ha visto usted crecer la hierba a través del cemento?
Interlocutor 1: Bueno ésta es una semilla débil ya lo ve. (Risas)
Interlocutor 2: ¿Pero nos darnos cuenta de que somos mediocres y queremos salirnos de ello? ‑ ésa es la cuestión.
Krishnamurti: Yo le pregunto a usted: ¿es usted mediocre? No estoy empleando esta palabra en ningún sentido agraviante ‑empleo la palabra «mediocre» tal como está descrita en el diccionario. Usted está obligado a ser un burgués si meramente persigue sus propias insignificantes actividades en vez de ver la totalidad -el mundo en su totalidad y el pequeño lugar particular que le pertenece en el mundo, y no a la inversa. La gente no ve lo total, ellos persiguen sus propios pequeños deseos, sus pequeños placeres, sus pequeñas vanidades y brutalidades, pero si vieran la totalidad y comprendieran el lugar que ocupan en ella, su relación con la totalidad sería por completo diferente.
Usted, que vive en Brockwood como un estudiante que integra una pequeña comunidad, en relación con sus maestros y sus compañeros de estudios, ¿ve la totalidad de lo que está ocurriendo en el mundo? Eso es lo primero. Verlo con objetividad, sin emocionalismo, sin prejuicios, sin parcialidad, sino simplemente mirarlo. Los diversos gobiernos no resolverán este problema, ni lo harán los políticos; ellos no se interesan en esto. Ellos quieren mantener más o menos el status quo con alguna pequeña alteración aquí y allá. Ellos no quieren la unidad del hombre, quieren la unidad de Inglaterra. Pero aun en eso los diferentes partidos no dicen: «Reunámonos todos e investiguemos qué es lo mejor para el hombre».
(…)