jueves, 9 de abril de 2015

Dónde dirigir la mente?

En tanto que es posible obtener provecho de la gimnasia occidental sin tener en cuenta la actitud mental o la relajación, ésta, unida a la relajación, es indisociable de la práctica yóguica, junto con las asanas.

¿Pero dónde y cómo concentrarse? Los antiguos tratados mencionan también el lugar de la concentración, pero se dirigen a alumnos muy avanzados, porque la concentración en estos puntos no es posible –ni siquiera aconsejable- sino cuando se domina la técnica de las asanas perfectamente.


FASE DINÁMICA
El centro de atención difiere según se trate de la fase dinámica o de la fase estática, y varía también según el grado de evolución del alumno.


Concentración en la técnica correcta
El principiante dirigirá primero su atención a la adquisición de la técnica correcta del asana, en todos sus detalles, hasta que la haya asimilado perfectamente y pueda realizar el movimiento sin tener que prestarle atención, del mismo modo que se conduce un coche con precisión sin pensar en cada uno de los gestos.

Concentración en la relajación
Basta con algunos días, como mucho algunas semanas, para franquear esta primera etapa, tras la cual la concentración se dirigirá a la ejecución económica del asana, vale decir, utilizando el menor número posible de músculos y contrayéndolos al mínimo, al tiempo que se mantienen relajados los otros grupos musculares.
Esta segunda etapa, a menudo más larga que la primera, es indispensable y no se puede saltar. No debe omitirse la relajación del rostro, especialmente la boca, sin olvidar la lengua. 

Concentración en la respiración
Cuando el alumno es capaz de ejecutar el movimiento de un modo reflejo y relajado, enfoca su atención en el hálito a fin de respirar de modo normal y continuo (salvo indicaciones particulares) durante todo el movimiento. 

Concentración en la marcha constante y uniforme
Éste es el estadio final. Para ejecutar el asana de manera verdaderamente yóguica, cuando el alumno levanta las piernas (siempre según el ejemplo del Arado), los pies recorren su trayectoria a una velocidad –o mejor a una lentitud- constante, hasta que los dedos tocan el suelo; ocurre del mismo modo al deshacer la postura. La ejecución de las asanas se convierte en un placer y proporciona al eventual espectador una impresión de tranquilo poderío semejante al de un río que fluye con inexorable lentitud hacia el mar. Practicando así las asanas, la concentración se realiza automáticamente, porque, dado que se trata de grupos diferentes de músculos que se relacionan sucesivamente, el sincronismo necesario para mantener el movimiento a una lentitud rigurosamente uniforme acapara toda la atención.


FASE ESTÁTICA

Concentración en la inmovilidad relajada
El principiante se concentrará en mantener una inmovilidad absoluta que, unida a la soltura, es el elemento capital de la fase estática.
La respiración prosigue normalmente, o incluso se amplifica en la fase estática. El alumno está siempre atento a la descontracción muscular. Para tomar nuevamente el ejemplo del Arado, relajará, además del rostro, los brazos y las manos, los pies, las pantorrillas, los muslos y, sobre todo, los músculos sometidos al estiramiento, es decir, los dorsales. Este estiramiento los vacía de sangre, como si uno estirara una esponja, y cuando vuelven a su estado normal al final de la postura, aspiran ávidamente sangre nueva. Este estiramiento es el secreto de la flexibilidad en el yoga, y devuelve a los músculos su longitud normal. Solo hay que comprobar la cantidad de personas que son incapaces de sentarse en el suelo con las piernas extendidas. Músculos con su longitud normal permiten adoptar, en cualquier circunstancia, una actitud confortable. Si los músculos de la columna vertebral están acortados por la inactividad (como sucede en el 99% de los hombres actuales), la columna está rígida y cualquier movimiento un poco brusco, aunque no sea violento, puede ocasionar un desplazamiento ocasional de las vértebras que haga precisa la intervención de un osteópata o un quiropráctico.
Si los músculos están relajados y en su longitud normal, puede realizarse cualquier movimiento, porque las vértebras se articulan libremente y vuelven por sí mismas a su posición; pero si la columna vertebral está rígida, la menor caída, el más benigno accidente, pueden tener consecuencias trágicas, en tanto que, mantenida por una musculatura relajada y fuerte, resiste a choques que ciertamente romperían a una columna “ordinaria”.

Concentración en el punto estratégico del asana
Cuando el alumno puede permanecer inmóvil y relajado, manteniendo una respiración normal, puede concentrarse en la zona estratégica de acción del asana.
Éste es el punto que se menciona en los antiguos tratados; ya hemos visto cuál es la preparación necesaria antes de llegar a ella. Cada asana –y es una de las distinciones esenciales entre el Yoga y el resto de métodos de educación física- produce efectos bien determinados sobre una parte del cuerpo, por ejemplo, la región de la tiroides durante la postura del Paro de Hombros, la región del plexo solar durante el Arco, etc. en esos puntos es donde el alumno concentrará su atención.
Desde este instante, el asana responde a la definición: “un asana es cualquier posición que uno puede mantener inmóvil, largo tiempo y sin esfuerzo”.


Fuente: "Aprendo Yoga" - André Van Lysebeth

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