Jiddu Krishnamurti |
17 de junio de 1973
Krishnamurti: El otro día estuvimos hablando de la cordura y la
mediocridad, acerca de lo que esas palabras significan. Nos preguntábamos si al
vivir en este lugar como una comunidad, somos personas mediocres. Y también nos
preguntábamos si estamos totalmente sanos, vale decir físicamente, mentalmente,
emocionalmente. ¿Somos seres equilibrados y sanos? Todo eso está implícito en
las palabras cordura, totalidad. ¿Nos estamos educando mutuamente para ser
mediocres, ligeramente locos, ligeramente desequilibrados?
El mundo está completamente loco, enfermo, corrupto. Aquí, con nuestra
educación, ¿estamos engendrando el mismo desequilibrio, la misma locura y
corrupción? Esta es una cuestión muy seria. ¿Podemos descubrir la verdad de
ello? No lo que pensamos que deberíamos ser en términos de cordura, sino
descubrir realmente por nosotros mismos si nos estamos educando unos a otros
para ser verdaderamente cuerdos y no mediocres.
Interlocutor: Muchos de nosotros tendremos un empleo al cual
deberemos ir todos los días; muchos se casarán y tendrán hijos ‑ esas cosas van
a suceder.
Krishnamurti: ¿Cuál es su lugar en este mundo como ser humano
que se supone educado, que tiene que ganarse la vida, que puede o no casarse,
tener la responsabilidad de los hijos, una casa y una hipoteca, y que puede
estar atrapado en eso por el resto de su vida?
Interlocutor: Tal vez esperamos que alguien cuidará de
nosotros.
Krishnamurti: Eso significa que debe tener la capacidad de
hacer alguna cosa. Usted no puede decir simplemente: «Por favor, cuiden de mi» ‑nadie
va a hacerlo. No se deprima por eso. Sólo mírelo, familiarícese con ello,
conozca todas las tretas que la gente utiliza para engañarse los unos a los
otros. Los políticos nunca unirán al mundo, por el contrario; puede que no haya
una guerra real, pero hay una guerra económica que está en marcha. Si usted es
un científico, es un esclavo del gobierno. Todos los gobiernos son más o menos
corruptos, algunos más, otros menos, pero todos están corruptos. Por lo tanto,
mire todo eso sin deprimirse, no diga: «¿Qué voy a nacer, cómo me enfrentaré a
todo esto si no tengo la capacidad?» Usted tendrá la capacidad; cuando sepa
cómo mirar tendrá una tremenda capacidad.
¿Cuál es, entonces, su lugar en todo eso? Si usted ve la totalidad,
puede formularse esa pregunta, pero si meramente se dice: «¿Qué voy a hacer?»,
y no ve la totalidad, entonces se encuentra atrapado, entonces no hay respuesta
para ello.
Interlocutor: No hay duda de que lo principal para nosotros es,
antes que nada, discutir estas cosas abiertamente. Pero pienso que la gente
teme un poco discutir con libertad. Tal vez podría verse amenazado aquello que
realmente les interesa.
Krishnamurti: ¿Tiene usted miedo?
Interlocutor: Si digo que lo que deseo es un automóvil veloz,
entonces quizás haya alguien que lo cuestione.
Krishnamurti: Debe ser cuestionado. Yo recibo cartas que me
cuestionan todo el tiempo; he sido retado desde mi niñez.
Interlocutor: Señor, hay algo que siempre me preocupa cuando se
discuten estas cosas. Se dice que vivimos en una sociedad industrial altamente
mecanizada, y que si algunos de nosotros podemos optar por estar fuera de ella,
es porque hay otras personas que sí van a la oficina y trabajan y se vuelven
mecánicas.
Krishnamurti: Por supuesto.
Interlocutor: Nosotros no podríamos estar fuera de ello sin
esas personas que cumplen con sus mecanizadas y desdichadas existencias.
Krishnamurti: No. La cuestión es cómo vivir en este mundo sin
pertenecer a él. ¿Cómo vivir en medio de esta locura y, no obstante, estar
cuerdo?
Interlocutor: ¿Dice usted que el hombre que va a la oficina y
lleva una vida aparentemente mecánica, podría hacer todo eso y ser, no
obstante, una clase diferente de ser humano? En otras palabras, no es
necesariamente el sistema...
Krishnamurti: Este sistema, sea lo que fuere, torna mecánica la
mente.
Interlocutor: ¿Pero tiene que tornarla mecánica?
Krishnamurti: Es lo que está sucediendo.
Interlocutor: Todos los jóvenes deben enfrentarse al hecho de
que crecen, y ven que pueden estar obligados a tomar un empleo que les imponga
esa mecanización. ¿Puede haber otra respuesta a ello?
Krishnamurti: Mi pregunta es: ¿Cómo vivir cuerdamente en este
loco mundo? Aunque yo tenga que ir a la oficina y ganarme el sustento, debe
haber un corazón diferente, una mente diferente. ¿Ocurre eso aquí, en este
lugar? ¿Existen aquí esta mente y este corazón diferentes? ¿O sólo estamos
dándole vueltas a la noria para ser arrojados dentro de este mundo monstruoso?
Interlocutor 1: Gracias a la automatización, no hay ninguna
necesidad de tener un trabajo de ocho horas por seis días a la semana. Lo que
está ocurriendo es que esta época nos proporciona ahora el tiempo extra para
atender a nuestro otro lado.
Interlocutor 2: Pero decimos que queremos ocio y no sabemos cómo
emplear el ocio.
Interlocutor 3: ¿No hay nada malo, seguramente, en ganarse la
vida?
Krishnamurti: Nunca dije que fuera malo ganarse la vida; uno
tiene que ganarse la vida. Yo me gano la vida hablando a la gente en muchos
lugares. Lo he estado haciendo durante cincuenta años, y hago lo que me gusta.
Hago lo que realmente pienso que es correcto, verdadero; ése es para mí el modo
de vivir ‑no impuesto sobre mí por nadie- y ésa es mi manera de ganarme la
vida.
Interlocutor: Yo justamente quería decir que usted puede hacer
eso porque hay gente que se ocupa de que los aviones vuelen.
Krishnamurti: Por supuesto, eso lo sé; sin ellos yo no podría
viajar. Pero si no hubiera aviones yo permanecería en un sitio, en el pueblo
donde he nacido y, a pesar de eso, haría la misma cosa ahí.
Interlocutor: Sí, pero en esta sociedad altamente mecanizada
donde la utilidad es lo que impulsa, éste es el modo en que las cosas están
organizadas.
Krishnamurti: No, otra gente hace el trabajo sucio y yo hago el
trabajo limpio.
Interlocutor: ¿Así es que uno procura hacer el trabajo limpio?
Krishnamurti: De eso se trata.
Interlocutor: Pero aparte de ganarnos la vida, tenemos que
empezar a darnos cuenta de que para vivir cuerdamente y aun así, ganarnos la
subsistencia en este mundo, tiene que haber una revolución interior.
Krishnamurti: Estoy planteando la misma cuestión de una manera diferente.
¿Cómo he de vivir con salud mental en este mundo de locos? Eso no significa que
no voy a ganarme la vida, que no voy a casarme, que no voy a asumir
responsabilidades. Para vivir cuerdamente en este mundo de locos, debo negar
ese mundo, y dentro de mí debe producirse una revolución tal que me vuelva
cuerdo y funcione cuerdamente. Eso es todo cuanto quiero decir.
Interlocutor: Debido a que he sido criado de una manera
insensata tengo que cuestionarlo todo.
Krishnamurti: Eso es la educación. A usted lo han enviado aquí,
o vino aquí contaminado por la locura del mundo. No se engañe a sí mismo, usted
ha sido condicionado por este mundo insensato creado por las generaciones
pasadas ‑ incluyendo a sus padres - y viene aquí y tiene que descondicionarse
usted mismo, tiene que experimentar un cambio tremendo. ¿Ocurre ese cambio? O
decimos meramente: «Bueno, hacemos un poco de trabajo útil aquí y allá, día
tras día», y para la época en que dejen este lugar, dentro de dos años o
cuatro, se despedirán habiendo hecho una pequeña labor de remiendos?
Interlocutor: Parece haber un conflicto entre lo que queremos,
lo que deseamos hacer, y lo que es necesario.
Krishnamurti: ¿Qué es lo que usted desea hacer? Yo quiero ser
ingeniero porque veo que eso produce mucho dinero, o esto o lo de más allá. ¿Puedo
confiar en ese deseo? ¿Puedo confiar en mis instintos, que han sido deformados?
¿Puedo fiarme de mis pensamientos? ¿En qué he de confiar? Por lo tanto, la
educación está para producir una inteligencia que no es mero instinto o deseo o
alguna urgencia mezquina, sino una inteligencia que habrá de funcionar en este
mundo.
¿Está nuestra educación en Brockwood ayudándolos a ser inteligentes? Con
esa palabra quiero significar: ser sensible, no a los propios deseos, no a los
propios requerimientos, sino ser sensible al mundo, a lo que está sucediendo en
el mundo. Por cierto, la educación no consiste en proveerlos meramente de
conocimientos, sino en darles también la capacidad de mirar objetivamente el
mundo, de ver lo que está ocurriendo ‑las guerras, la destrucción, la
violencia, la brutalidad. El objeto de la educación es descubrir cómo vivir de
modo diferente, no sólo aprobar exámenes, graduarse, llegar a ser competente en
ciertas direcciones. Su función es ayudarles a encarar el mundo de un modo
completamente distinto, inteligente, un modo en el cual sepan que deben ganarse
la vida, en el que conozcan todas las responsabilidades, las desdichas que todo
eso trae consigo. Mi pregunta es: ¿aquí se está haciendo eso? ¿Está el educador
educándose al igual que el estudiante?
Interlocutor: Su pregunta es también mi pregunta. Yo pregunto
si esta educación tiene lugar aquí.
Krishnamurti: ¿Usted pregunta si una educación de tal
naturaleza tiene lugar aquí en Brockwood como para ayudarle a tornarse tan
inteligente, tan perceptivo y alerta que pueda enfrentarse a esta locura? De no
ser así, ¿de quién es la culpa?
Interlocutor: ¿Cuál es la base que hace posible esta educación?
Krishnamurti: Mire, ¿por qué recibe usted una educación?
Interlocutor: Realmente no lo sé.
Krishnamurti: Por lo tanto, tiene que investigar el sentido de
la educación, ¿no es así? ¿Qué es la educación? ¿Consiste ésta en
proporcionales información, conocimientos con respecto a diversos temas,
etcétera, un buen entrenamiento académico? Debe ser eso, ¿verdad? Millones de
personas son lanzadas al exterior por las universidades y los colegios.
Interlocutor: Ellos le dan a uno las herramientas para poder
vivir.
Krishnamurti: ¿Pero qué manos van a usar esas herramientas? Son
las mismas manos que han producido este mundo, con sus guerras y todo lo demás.
Interlocutor: Quiere decir que las herramientas están ahí pero
que si no hay una revolución interna psicológica, uno podrá seguir empleando
esas herramientas del mismo viejo modo y mantendrá así la continuidad de la
podredumbre.
Krishnamurti: Si esta revolución no ocurre aquí, entonces, ¿a
qué se debe? Y si ocurre, ¿afecta de hecho a la mente, o es todavía una idea y
no una realidad como la de tener que comer tres veces al día? Esa es una
realidad, alguien tiene que cocinar, no se trata de una idea.
De manera que les pregunto: ¿tiene lugar aquí esta clase de educación de
la que estamos hablando? Si es así, es preciso que descubramos el modo de
animarla, de darle vida. Y si no es así, investiguemos por qué.
Interlocutor: Eso no parece que esté ocurriendo en toda la
escuela.
Krishnamurti: ¿Por qué? Puede estar ocurriendo con unos pocos
individuos aquí y allá -¿por qué no ocurre con todos nosotros?
Interlocutor: Yo siento que es como una Jerguilla que quiere
germinar pero el suelo de arriba es demasiado duro.
Krishnamurti: ¿Ha visto usted crecer la hierba a través del
cemento?
Interlocutor 1: Bueno ésta es una semilla débil ya lo ve. (Risas)
Interlocutor 2: ¿Pero nos darnos cuenta de que somos mediocres y
queremos salirnos de ello? ‑ ésa es la cuestión.
Krishnamurti: Yo le pregunto a usted: ¿es usted mediocre? No
estoy empleando esta palabra en ningún sentido agraviante ‑empleo la palabra
«mediocre» tal como está descrita en el diccionario. Usted está obligado a ser
un burgués si meramente persigue sus propias insignificantes actividades en vez
de ver la totalidad -el mundo en su totalidad y el pequeño lugar particular que
le pertenece en el mundo, y no a la inversa. La gente no ve lo total, ellos
persiguen sus propios pequeños deseos, sus pequeños placeres, sus pequeñas
vanidades y brutalidades, pero si vieran la totalidad y comprendieran el lugar
que ocupan en ella, su relación con la totalidad sería por completo diferente.
Usted, que vive en Brockwood como un estudiante que integra una pequeña
comunidad, en relación con sus maestros y sus compañeros de estudios, ¿ve la
totalidad de lo que está ocurriendo en el mundo? Eso es lo primero. Verlo con
objetividad, sin emocionalismo, sin prejuicios, sin parcialidad, sino
simplemente mirarlo. Los diversos gobiernos no resolverán este problema, ni lo
harán los políticos; ellos no se interesan en esto. Ellos quieren mantener más
o menos el status quo con alguna pequeña alteración aquí y allá. Ellos no
quieren la unidad del hombre, quieren la unidad de Inglaterra. Pero aun en eso
los diferentes partidos no dicen: «Reunámonos todos e investiguemos qué es lo
mejor para el hombre».
(…)
http://www.jiddu-krishnamurti.net/es/principios-del-aprender/krishnamurti-principios-del-aprender-14
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